Datos
del municipio
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Superficie:
31,87 km.2
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Población:
8.042 hab.
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Longitud
del litoral: 4,22 km.
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Altitud
capital municipio: 490 mts.
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Altitud
máxima: 1.771 mts.
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En
este término municipal se encontraba el bosque de laurisilva
al que el caudillo aborigen Doramas dio su nombre. Éste se
refugiaba en el bosque junto a un grupo de guerreros, con
los que organizaba ataques contra las tropas de los conquistadores castellanos. Existen
varios lugares, como el poblado de cuevas de La Montañeta
o la Cueva de Doramas, testigos del pasado prehispánico del
municipio de Moya.
Tras la conquista de Gran Canaria,
a finales del siglo XV, y, como fruto de los repartimientos
de tierras y aguas a los participantes en la misma, comenzó
un desarrollo importante de las actividades económicas relacionadas
con la agricultura y, en especial, con los cultivos de exportación,
como la caña de azúcar. Las consecuencias de este impulso
económico fueron, entre otras, la creación de núcleos urbanos
de nueva planta, como la villa de Moya. A partir de la primitiva
ermita en honor a Nuestra Señora de la Candelaria, localizada
en el solar donde se construyó en 1515 la parroquia bajo la
misma advocación, y que hoy ocupa la actual iglesia, comenzó
el poblamiento de la villa. Dicho poblamiento se realizó fundamentalmente
por trabajadores encargados de las labores agrícolas.
A
mediados de siglo XVII y después de la recuperación, tras
la caída del cultivo de la caña de azúcar, se produce un incremento
de población en las zonas de medianía, creciendo los pagos
y barrios ya existentes y surgiendo otros nuevos, que se caracterizan
por la dispersión del hábitat. Es en esta época cuando surgen
los principales núcleos de la villa, como Fontanales, Barranco
del Pinar, Trujillo, Los Dragos y El Laurel. Las causas de
este incremento pueden buscarse en la introducción de nuevos
cultivos de gran rendimiento y bajo coste (la papa y el millo).
Esto, junto a la calidad de las tierras, que posibilita una
buena producción agrícola, genera un comercio de la misma,
tanto en el mercado grancanario como en el tinerfeño, al ser
el Norte una buena zona de contacto con esa isla. Así, Moya
se caracteriza por se uno de núcleos de población que más
crece en el Norte en esta época, por el dinamismo de su economía
de base agraria.
Por tanto, en el siglo XVIII
ya se prefigura la actual configuración del municipio, con
una población asentada mayoritariamente en las medianías,
donde se desarrolla una agricultura de abastecimiento y una
ganadería, sobre todo de vacas y cabras, importantes. A finales
de este siglo, y durante parte del XIX, las duras crisis que
sufre la isla, y que también afectan a Moya, provocan
la ocupación de tierras que formaban parte del Bosque de Doramas,
lo que significa la desaparición de este enclave único en
Gran Canaria.
A partir de estos momentos,
con la paulatina introducción de los distintos cultivos de
exportación, la cochinilla y, sobre todo, el plátano en el
siglo XX, Moya experimenta un proceso de crecimiento, sobre
todo en las zonas costeras, más aptas para estos cultivos.
Por tanto, podemos decir que la historia de Moya ha estado
profundamente ligada al desarrollo agrícola de Gran Canaria
y, por consiguiente, a su desarrollo económico. Si bien en
los últimos años se ha producido un descenso general de las
actividades agrarias en el contexto insular y municipal, apreciable
en el abandono de buena parte de las tierras de cultivo, la
economía de Moya sigue conservando su base agrícola. Esta
se ha visto complementada con pequeñas industrias, como la
de los bizcochos, famosos en toda la isla.
Un paseo por Moya no debe quedar
sin que se hayan visitado los edificios emblemáticos de la
villa. Entre ellos cabe destacar la Iglesia de Nuestra Señora
de la Candelaria, la Casa Museo Tomás Morales y la Ermita
de San Bartolomé de Fontanales.
La Iglesia de Nuestra Señora
de Candelaria cuelga sobre los riscos que se precipitan sobre
el Barranco de Moya, al que da la espalda. En este mismo lugar
se asentaba la antigua parroquia, que fue demolida en 1940
para sustituirla por la actual, inaugurada en octubre de 1957.
Presenta una planta dividida en tres naves, con dos torres
adosadas. En la nave central encontramos una portada labrada
en cantería y rematada con un rosetón.
Frente a la Iglesia de la Candelaria
se encuentra la Casa Museo del poeta modernista Tomás Morales,
en una plaza que lleva el nombre del escritor. En esta casa
de dos pisos y patio interior, nació el poeta, que fuera exponente
máximo del modernismo español, un 10 de octubre de 1884. En
el patio de la casa podemos ver actualmente la estela funeraria
dedicada a Tomás Morales, obra del escultor Victoriano Macho.
Otro de los edificios más emblemáticos
del municipio de Moya se encuentra en Fontanales. Se trata
de la Ermita de San Bartolomé, reedificada y ampliada cuatro
veces, y finalizada en 1872. En su interior podemos encontrar
la imagen de San Bartolomé, atribuida al escultor guiense
Luján Pérez. Esta construcción es testigo de la importancia
social y económica que históricamente jugó en la zona
Fontanales.
Pero en un municipio como Moya
es, sin duda, el patrimonio etnográfico el que conforma su
mayor riqueza cultural. Testigos del pasado quedan sembradas
por el paisaje innumerables construcciones que hacen referencia
a una economía de base fundamentalmente agrícola. Casas tradicionales,
bancales y cadenas de cultivo, alpendes, eras y estructuras
hidráulicas, como acequias, canales, acueductos, cantoneras
o molinos, conforman uno de los paisajes agrarios más hermosos
de Gran Canaria.
El
hábitat rural tradicional queda ejemplificado en numerosos
lugares, como el Barranco del Laurel o Fontanales. En ellos,
las casas, de tejas árabes o francesas, con cubierta a dos
aguas y construidas por brazos anónimos ocupan las zonas
improductivas para la agricultura, salpicando el paisaje de
viviendas entre cultivos. Estas construcciones, en las que
la funcionalidad era la principal característica, suelen estar
acompañadas de otras estructuras, como los alpendes. Estos
son construcciones realizadas tanto en piedra, mampostería
o bien en el interior de cuevas, que servían como refugio
al ganado que en esta zona es mayoritariamente caprino o vacuno.
Los bancales y las cadenas de
cultivo escalan las pendientes de lugares como el Barranco
de Moya, evidencias del duro trabajo del agricultor canario
que luchó y lucha contra las condiciones adversas de un territorio
donde escasean las zonas llanas. Los muros de piedra, tan
característicos del paisaje del norte, y que sirvieron para
salvar las fuertes pendientes y delimitar las parcelas, guardan
la tierra que contiene el fruto, plátanos, papas, millo, de
la actividad agrícola.
La ingeniería hidráulica es
parte fundamental del legado cultural del municipio. Cantoneras
para repartir el agua de riego entre los agricultores, a través
de sus bocas o tornas. Agua que circula por las acequias y
que salva los desniveles del agreste relieve gracias a la
construcción de los acueductos, como el de Los Canales, en
Lomo Blanco, o el Acueducto de Trujillo. Galerías y pozos
de donde se extrae el agua del subsuelo, canales encargados
de su conducción y estanques para almacenarla completan parte
del paisaje hidráulico de Moya, en el que también destacaremos
los pilares, en los que la población obtenía el agua para
beber, y los lavaderos.
Merece una mención El Roque.
Este singular barrio se asienta sobre un promontorio rocoso,
que se interna en el mar, donde numerosas casas se agolpan
en un laberinto de callejuelas estrechas. El Roque es testigo
de una época en la que se cultivó cada parcela de tierra fértil,
de un tiempo donde las casas se construyeron en los lugares
a los cuales era imposible arrancarle el fruto, aunque éstos
estuviesen dentro del mar.
Los molinos merecen un apartado
especial, ya que si bien la gran mayoría hacían girar sus
piedras con la fuerza motriz del agua de las heredades, como
el Molino de Azuaje (Hoya Cabreja) de 1850-1859, existen en
la actualidad otros que funcionan con energía eléctrica, como
el Molino de Abajo o de Los Lavaderos (Barrio Deán), que empleó
en un principio la fuerza motriz de los caudales de agua.
Moya posee un importante calendario
festivo, del que destaca la Romería en honor a San Antonio,
celebrada a mediados de junio, así como las Fiestas de la
Virgen de la Candelaria, el 2 de febrero. Otras fiestas importantes
son las celebradas en Fontanales en honor a San Bartolomé,
el 24 de agosto.
José J. Guillén Medina
Guía Turística y Cultural del Norte de Gran Canaria
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