Datos
del municipio
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Superficie: 66,70 km.2 |
Población: 1.242 hab. |
Altitud máxima: 1.270 mts. |
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Artenara es el municipio menos poblado de Gran Canaria y su cabecera municipal es la situada a mayor altitud en la isla. Es una demarcación típicamente cumbrera ya que toda la población se localiza en la zona alta, aunque posee un tramo de costa entre las jurisdicciones de Agaete y San Nicolás.
Por tanto, a pesar de que se extiende de costa a cumbre, la imagen más arraigada del municipio es la de sus montañas, campos y pinares, aunque no haya que olvidar los bellos acantilados de su litoral. Por su composición geomorfológica, el término prácticamente carece de territorio costero y de medianía baja.
Integrada en el guanartemato de Agáldar, esta zona tuvo una gran importancia durante la época prehispánica, en la que poseyó algunos de los poblados más notables de la isla, donde posiblemente residiera un guaire o autoridad zonal que dependía del guanarteme. Los numerosos yacimientos arqueológicos atestiguan esta notoriedad, contándose entre ellos cuevas de habitación y funerarias, graneros, lugares de culto, etc. que se localizan en la Mesa de Acusa, Tirma y Cuevas del Caballero. La más sobresaliente de las manifestaciones es la Cueva de los Candiles, con grabados pubiformes de carácter femenino, que se han relacionado con la fertilidad. De los materiales arqueológicos encontrados destacan los fardos funerarios sobre tablones de tea que, procedentes de las cuevas sepulcrales de Acusa, se conservan con reproducción de su ambiente original en el Museo Canario (Las Palmas de Gran Canaria).
“Y en la ermita de este lugar (de Acusa) dos misas a nuestra señora de la Candelaria y a otra a San Juan y otra a San Blas. Y en la ermita de Artenara me digan cuatro misas rezadas una a nuestra señora del Rosario, otra a nuestra señora de la Concepción y otra en su día a San Matías y todas estas las digan los religiosos del convento de San Antonio de Gáldar y otra en la iglesia de Nuestra Señora del Socorro del lugar de Tejeda, misas de la Luz a Nuestra señora del Socorro y esta que la diga el cura de este lugar y a San José”
Extracto del testamento de Antonio González del Río, Alcalde de Acusa y Artenara (1685)
Con la incorporación a la Corona de Castilla, Artenara permaneció en el territorio de Gáldar, al igual que Agaete y Santa María de Guía. Como sucedió con otras zonas de medianías y cumbre, la repoblación fue algo más tardía y lenta que en la zona costera, de tal manera que los repartos y ocupación de terrenos no fueron tan rápidos ni tan densos. Mientras en las vegas galdenses se plantó caña dulce para elaborar azúcar con la finalidad de exportarla, Artenara tuvo uso ganadero y de cultivos cerealísticos que abastecían a la parte baja. Estos usos y la demanda de madera para otros puntos de la isla provocaron una alarmante desforestación que obligó al cabildo a dictar la prohibición de talar madera en Tamadaba. A pesar de estas circunstancias, perduraron grandes extensiones de propiedad pública o vedados (tierras del común de la isla) que sólo en parte fueron ocupadas paulatinamente.
Fundamentados en esa economía agrícola y ganadera, durante el siglo XVII se aprecia un crecimiento poblacional, que tiene como centros más importantes los núcleos de Acusa y Artenara, aunque ya surgen otros asentamientos menores. Hacia 1630 se funda la ermita de Nuestra Señora del Rosario, que más tarde se dedicaría a San Matías Apóstol, en Artenara. En 1675 se levanta la ermita de Nuestra Señora de la Candelaria en Acusa, aunque se considera que desde principios de la centuria existió un lugar de culto dedicado a San Juan Bautista en una cueva de Acusa Seca. Estas ermitas seguirán integradas en el Beneficio de Santiago de los Caballeros y siempre estuvieron muy vinculadas al convento de San Antonio de Gáldar, ya que sus frailes fueron los encargados de los asuntos eclesiásticos de Artenara y muchos vecinos del lugar dispusieron ser enterrados en la iglesia de la Vega Mayor. Esta comunidad franciscana se había fundado en 1520 y desde su creación los monjes atendieron en lo espiritual, además de nuestro municipio cumbrero, a los fieles de San Nicolás, Mogán y Agaete, aparte de Gáldar y Guía.
Durante el siglo XVIII, como en el resto de las medianías y cumbre, se incrementan las tierras de cultivo y aumenta la producción, cuyos excedentes se envían a Tenerife por los puertos de Gáldar y Agaete. En 1734 el obispo Dávila adjudica en sus disposiciones sinodales 50 vecinos a Acusa y 40 en Artenara, momento en el que por la lejanía de la parroquia de Santiago, el obispo faculta a fray Bartolomé Montesdeoca Santa María para que coloque el Santísimo en la ermita; lo mismo que hizo unos días después en la entonces ermita de San Nicolás de Tolentino en La Aldea. Otra fecha importante fue la de 1742, año de su declaración como ayuda de parroquia; finalmente fue elevada a parroquia en 1782, aunque mantuvo vínculos con su parroquia matriz hasta 1835. La creación del curato tambien supuso la capacidad de elegir un alcalde pedáneo. El siglo XIX trae la consolidación de Artenara como municipio, al constituir su ayuntamiento junto con los demás grancanarios. La localidad tuvo en la centuria varios signos de inestabilidad, por una parte provocados por el pleito comarcal entre Gáldar y Guía y, por otra, por las dificultades económicas que casi le hicieron perder su independencia municipal. Por fortuna, a finales de siglo hay evidencias de recuperación, como la reedificación de la iglesia parroquial. En el siglo XX ha tenido sus máximos demográficos, pero también continuó la emigración, quedando muy afectada por el despoblamiento.
“De Tejeda hasta aquí es el camino peligroso por una ladera llena de fugas y grandes precipicios. La planta del lugar es rarísima. En medio de una gran montaña se alcanza ver unos agujeros a manera de nidos de ave. Estos vienen a ser un gran número de cuevas en fila, unas cóncavas como bóvedas, otras de cielo raso, algunas con su alcoba para una cama, y algunas de alto y bajo, pero todas en peña, sin más luz quela de la puerta, frescas en verano, abrigadas en invierno, dentro de las cuales no se oyen vientos ni lluvias. Son por la mayor parte obra de los canarios antiguos. En esta calle de cuevas, pues, y en el pago de Acusa hay 982 personas. La iglesia parroquial es pobre, y por consiguiente el cura. El clima, vario; el agua, buena”
Viera y Clavijo
La agricultura y la ganadería son los aspectos más destacados de su economía. Los cultivos de secano ocupan pequeñas huertas, dedicadas especialmente a cereales (trigo, cebada y centeno), papas, millo y algunos frutales. A esta economía de subsistencia hay que unir la repoblación forestal, ya que es el municipio donde el cabildo de la isla posee más terrenos de su propiedad para estos cometidos.
La vivienda más generalizada, al igual que en los Altos de su vecina Gáldar, es la casa cueva, hábitat que ha permanecido hasta la actualidad desde la época prehispánica como el rasgo de mayor diferenciación del municipio y que se puede apreciar en los diferentes caseríos. La casacueva siempre ha sido la referencia obligada como característica más llamativa de Artenara, de tal manera que aparecen en las descripciones que de la localidad se realizan, como la escrita por José de Viera y Clavijo, quien resaltó algunas de sus cualidades, como las de ser “frescas en verano, abrigadas en invierno, dentro de las cuales no se oyen vientos ni lluvias”. Los conjuntos habitacionales soterrados aparecen en todos los pagos y caseríos, con sus típicos patios delanteros donde crecen las flores (Acusa Verde, Lugarejos, Las Cuevas, Las Hoyas, Las Arvejas, Coruña, etc.).
El núcleo poblacional de Artenara es el más pequeño de las cabeceras municipales de la isla y está presidido por una escultura del Corazón de Jesús, obra del escultor José Luis Marrero, situada en lo alto de la Montaña de la Silla. Se trata de una localidad tranquila y agradable para el paseo, ideal para disfrutar de su pintoresquismo y de su atractivo entorno paisajístico. La actual iglesia de San Matías Apóstol fue levantada en el último tercio del siglo XIX, con algunas reformas posteriores. En la fachada destacan sus dos pequeñas torres, con piedra roja de Tamadaba, El interior es de tres naves y su cubierta de madera es una versión de las tradicionales armaduras mudéjares canarias. En el mismo se pueden contemplar diversas obras de arte, llamando la atención los murales que realizó el artista teldense José Arencibia Gil, quien por sobrevenirle la muerte no pudo finalizarlos totalmente. El pintor incorporó personajes locales y paisajes comarcanos en los temas de la Ascensión del Señor, la Asunción de la Virgen (con una vista de la localidad) y Elías con el carro de fuego (escenificado en la cuenca de Tejeda). Entre otras piezas interesantes destacan varias imágenes, como las del patrón San Matías, de las primeras décadas del siglo XVIII, y la Virgen del Rosario, devoción que está vinculada a los orígenes de la iglesia, ya que fue la primera patrona de Artenara.
Desde distintos puntos de la localidad se pueden apreciar magníficas panorámicas que permiten admirar el barrando de Tejeda, con los roques Nublo y Bentayga. Una vista privilegiada es la que se tiene desde el mirador de la Silla, inaugurado en 1962 y obra de Santiago Santana, asesor artístico del Cabildo de Gran Canaria. Uno de sus atractivos es el carácter troglodita, con acceso excavado en la roca y abierto en un solapón. También en la localidad se puede ver el monumento a Miguel de Unamuno, obra del escultor Manuel González. El escritor, pasó por Artenara y dejó una descripción de las peculiaridades locales, como la curiosa ermita de la Virgen de la Cuevita, las cuevas o el paisaje circundante.
“En menos de tres horas se llegó a Gáldar, residencia de los antiguos reyes berberiscos, sobre la costa noroeste; después habiendo atravesado la villa de Agaete, se llegó hacia las cinco a Artenara. Situado en la pendiente interior de la caldera de Tejeda, en una altitud de 1.200 metros, el pueblo de Artenara es el más elevado de toda la isla, oreciendo una vista espléndida. El circo, sin un hundimiento, in ningún desplome, sin ninguna cortadura, desarrolla ante las miradas atónitas su elipse de 35 kilómetros, de cuyos lados convergen hacia el centro arroyos y colinas bajas, a cuyo abrigo se han construido aldeas y caseríos.”
Julio Verne
En el recorrido por el municipio se pueden apreciar, además, grandes contrastes paisajísticos: apacibles presas, frondosos pinares, acantiladas costas, angostos barrancos. Otro lugar interesante es Acusa y su peculiar planicie. En el pasado fue una zona importante y su nombre aparece con distintas variantes en muchos mapas y textos antiguos (Arecusa, Arecucen, Acuza, etc.). La antigua ermita del siglo XVII quedó bajo las aguas de la presa de la Candelaria, cuyas ruinas aún son visibles cuando el embalse queda seco. El nuevo edificio se construyó cerca y se abrió al culto en 1968, con diseño y dirección del artista Santiago Santana, quien trazó unas líneas inspiradas en la arquitectura tradicional de Canarias. En su interior se conservan las imágenes que proceden de la antigua ermita, destacando la de Nuestra Señora de la Candelaria, la patrona, y la del Santísmo Cristo, de carácter popular y colocado en 1703. Ambos son los protagonistas de dos fiestas de gran arraigo en Artenara. El pago de Lugarejo destaca especialmente por la alfarería popular, ya que fue uno de los centros de trabajo del barro más importante de Gran Canaria. Esta actividad se ha recuperado gracias al “Plan Especial de Ecomuseo de Lugarejo” y en su taller locero destacó María Suárez Calcines, más conocida por la “Cieguita”. Otras muestras artesanales son los trabajos de palma y de caña en Acusa (cestos, esteras, sombreros, etc.).
Otra ruta interesante es la de las presas. En el lindero con Gáldar y Agaete están las pertenecientes a la Comunidad de Regantes del Norte de Gran Canaria (Los Pérez, Lugarejos y Las Hoyas), que se pueden recorrer por una carretera serpenteante, con Tamadaba de fondo. El embalse de la Candelaria está cerca de la ermita de Acusa, en un trayecto de gran variedad paisajística. Desde el mirador del Molino se puede admirar la gran cuenca hidrográfica donde la confluencia de barrancos aportan importantes caudales de agua que se aprovechan en las presas de El Parralillo y Caidero de la Niña. Emplazadas en los linderos municipales de Artenara con Tejeda, favorecen especialmente a los cultivos de regadío de la Aldea de San Nicolás.
“De Artenara a Tejeda el camino se vuelve muy peligroso. Hay que descender una cuesta que se extiende a lo largo de precipcios profundos: El menor paso en falso puede ser fatal. Este último pueblo esá construido al borde de un inmenso barranco que va a desembocar en el de la Aldea de San Nicolás.”
René Verneau
“Un pueblo de cuevas colgadas de los derrumbaderos sobre el abismo. Allí está la ermita de la Virgen de la Cuevita, iglesiuca tallada en la roca misna, de la que se han sacado el altar, el púlpito, los confesionarios. Todo ello de una sola pieza. Y no dejan de tener sus comodidades aquellas cuevas, cuidadosamente enjalbegadas en que viven los vecinos de Artenara”.
Miguel de Unamuno.
La fiesta principal se organiza en honor de la Virgen de la Cuevita, cuya imagen es trasladada cada año desde su ermita-cueva hasta la Iglesia Parroquial de San Matías Apóstol en el penúltimo domingo de agosto. La Virgen es patrona de los ciclistas y las agrupaciones folclóricas de Gran Canaria, de ahí que el programa de festejos incluya un destacado encuentro de música tradicional canaria. Sin embargo, el acto más importante es la procesión de retorno a la Cuevita, en la tarde del último domingo del mes, con magnífica exhibición pirotécnica: la venerada imagen va por un camino serpenteado de antorchas y no cesan a su paso las iluminarias de fuegos de artificio y ruidosas tracas que tienen como telón de fondo al Roque Nublo. El calendario festivo se completa con el día de San Matías Apóstol, titular de la parroquia y patrón de los pinares grancanarios, que se celebra el domingo siguiente al 24 de febrero. A este santo se le hacían rogativas para la lluvia, en una costumbre desaparecida que tenía como rasgo peculiar que al llegar a Roque García se le amenazaba con despeñarlo si no era buen abogado celestial y cumplía el cometido de traer el agua. En la ermita de Nuestra Señora de la Candelaria, en el pago de la Vega de Acusa, se celebra a la titular en el segundo domingo de octubre, en una de las fiestas más antiguas del municipio, ya que data del siglo XVII; en septiembre es la procesión del Santo Cristo de Acusa. En la cabecera municipal también se festeja a San Juan Bautista, considerada la celebración más importante del municipio hasta la década de los sesenta del siglo XX, con su tradicional carrera de caballos. San Isidro Labrador se ha incorporado al calendario festivo a partir de 1967, con una romería el último domingo de mayo.
“El espectáculo es imponente. Todas aquellas negras murallas de la gran caldera, con sus crestas, que parecen almenas, con sus roques enhiestos, ofrecen el aspecto de una visión dantesca. No otra cosa pueden ser las calderas del Infierno que visitó el florentino. Es una tremenda conmoción de las entrañas de la tierra; parece todo una tempestad petrificada, pero una tempestad de fuego, de lava, más que de agua.”
Miguel de Unamuno
Juan Sebastián López García
Guía Turística y Cultural del Norte de Gran Canaria
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